A medida que se llega a la edad adulta, los cambios de temperatura corporal pueden resultar un inconveniente para las personas ancianas. En este artículo, te diremos cómo afectan estos cambios a los mayores.
Las alteraciones de la temperatura corporal son signos evidentes de que el cuerpo envejece. Por ejemplo, es muy notorio que en la menopausia, la mujer sufra de frecuentes “sofocos”. El sistema de regulación de temperatura sufre leves variaciones con la edad, de hecho, es frecuente ver a ancianos que pasean aparentemente demasiado abrigados.
A medida que se cumplen años, la capa de grasa de la piel se vuelve más delgada y, por tanto, se resiste con dificultad el frío. Pero nuestro cuerpo es sabio y posee un mecanismo para regular la temperatura de forma automática, tratando de mantenerla alrededor de los 37 grados. Es lo que se conoce como termorregulación.
La alteración de la temperatura es uno de los cambios en los signos vitales y que son más notorios en las personas mayores. Por ejemplo, la variación de la tensión corporal es otro de ellos.
Causas de los cambios de temperatura en el cuerpo
Nuestro sistema nervioso nos permite regular la temperatura a través de diversos mecanismos. Por ejemplo, cuando tenemos frío, el cuerpo reacciona tiritando para generar calor, o hace que la piel se ponga “de gallina”. Son reacciones lógicas para tratar de evitar una hipotermia. Cuando sucede lo contrario, es decir, exceso de calor, nuestro organismo manda la orden de bajar la temperatura a través del sudor. Todo sea por mantener esos 37 grados de manera permanente. Las alteraciones de temperatura pueden llegar a resultar peligrosas.
Cuando las personas llegan a la edad adulta, estos factores de regulación de temperatura pueden estar afectados, provocando que la reacción ante estos estímulos de frío-calor sean más lentos. En pacientes con algunas medicaciones concretas pueden darse también problemas para regular la temperatura corporal. Asimismo, ciertas limitaciones físicas pueden llegar a provocar el riesgo de no mantener adecuadamente la temperatura.
Podemos poner el ejemplo de una persona con movilidad reducida, y que por algún momento no puede ponerse en contacto con un cuidador. Si tiene frío y nadie le proporciona abrigo, el riesgo de hipotermia es elevado, con consecuencias que podrían ser desastrosas.
Igualmente, ante una exposición prolongada al sol o a altas temperaturas, las posibilidades de un golpe de calor son elevadas y puede llegar a provocar la muerte del anciano. Durante la ola de calor de Francia en el año 2003, los fallecimientos se elevaron a 11.4, siendo gran parte de ellos personas mayores.
Qué son la hipertermia e hipotermia
Cuando la temperatura corporal sube excesivamente hablamos de hipertermia. La temperatura asciende a 38 grados durante periodos prolongados.
Esta alta temperatura corporal puede deberse a cambios físicos o cambios en las condiciones meteorológicas. Algunos síntomas de la hipertermia son el de piel seca, mal humor, aumento en las pulsaciones, confusión, estrés o sudoración excesiva. La sensación de sequedad en la boca se hace patente. La tendencia a veranos cada vez mas largos, secos y calurosos es un problema para la población anciana, sensible a las altas temperaturas.
Sin embargo, cuando la temperatura corporal de una persona desciende por debajo de los límites normales hablamos de hipotermia. La temperatura se vuelve muy baja, en torno a los 35 grados.
La hipotermia es igualmente peligrosa, ya que provoca dificultad de movimientos, imposibilidad para regular la temperatura del cuerpo y confusión generalizada, así como alucinaciones. En casos extremos, pueden fallar determinados órganos, siendo letal.
Ya que como hemos hablado anteriormente, el mecanismo regulador de las personas mayores no es igual de efectivo con el paso del tiempo, conviene ser extremadamente cuidadoso con los cambios de temperatura en las personas mayores.
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Cómo regular la temperatura en las personas mayores
Que el cuerpo se mantenga a una temperatura estable es todo un reto para las personas mayores, así como para los cuidadores. No existen fórmulas mágicas que permitan una adecuada regulación de la temperatura, pero sí unas pautas que siempre son efectivas.
- Si la persona mayor vive en un lugar con inviernos crudos, lo más sensato es tratar de mantenerse caliente. Evitar permanecer en la calle tras la puesta de sol, así como estar atento a las corrientes de aire. A la hora de vestir, proveerse de prendas de fibras naturales como la lana y el algodón, y llevar siempre varias capas.
- La alimentación es un factor a tener en cuenta. Hay alimentos que pueden llegar a subir la temperatura corporal, como algunos guisos. Elegirlos en invierno y evitarlos en verano, decantándonos por frutas y verduras.
- El frío no se combate con alcohol, es más, tiene el efecto contrario. Su consumo está totalmente contraindicado en el caso de personas ancianas, y mucho menos para tratar de regular la temperatura.
- En verano, las personas mayores deben evitar los momentos de máxima insolación. Si no queda más remedio que salir a la calle, buscar las sombras, protegerse con sombreros y llevar prendas finas que permitan transpirar, para que la sudoración haga de termorregulador. Usar además protección solar de factor elevado.
- Beber agua en abundancia ayuda a mantener el cuerpo en buenas condiciones. Evita además que la piel se reseque y que nos deshidratemos. Existe el mito de los famosos “2 litros de agua diarios”. En verdad hay que beber el agua que apetezca, ya sean 2 o 3 litros, o menos. Eso sí, evitar que la sed haga su aparición, es un signo de deshidratación. Mejor beber poco y frecuente que mucho de manera más espaciada.
La termorregulación corporal, si bien es un proceso automático, también requiere de nuestra ayuda. En edades adultas se debe ser especialmente cuidadoso con los cambios de temperatura. Cualquier precaución es poca, y la ausencia de cuidado suele tener consecuencias siempre en los ancianos. Hacer uso del sentido común es una buena arma para evitar problemas.